La novia gitana

 

 

 

Susana Macaya, una joven gitana educada como paya, desaparece tras su despedida de soltera. El cadáver es encontrado dos días después: la víctima ha sido brutalmente torturada siguiendo un ritual insólito y atroz. Su hermana Lara sufrió idéntica suerte siete años atrás, en vísperas de su boda, pero el asesino cumple condena en prisión: ¿Alguien ha imitado sus terribles métodos o hay un inocente encarcelado?

La inspectora Elena Blanco, una policía veterana amante del karaoke, de los coches de coleccionista, de las relaciones sexuales en todo terrenos y de la grappa, en la que intenta ahogar su doloroso pasado, deberá levantar los velos uno a uno para descubrir quién pudo vengarse con tanta saña de ambas novias gitanas. En el camino, se enfrentará a sus peores fantasmas. 

Como sabréis por otras reseñas de este blog, este es el primer libro de la trilogía de Carmen Mola, pero la última que nosotros hemos leído, ya que hemos empezado por La red púrpura y hemos continuado por La nena. 

Este libro nos ha gustado tanto como los otros dos. Ambientado en Madrid y con los agentes de la Brigada de Análisis de Casos como protagonistas, nos adentramos en un thriller trepidante que no nos va a dejar abandonar la lectura bajo ningún concepto.  

Elena Blanco va a ser la jefa de la brigada que se va a encargar de buscar al asesino de Susana. Junto a ella estarán Chesca, Orduño, Mariajo y Buendía. Todos son grandes personajes, pero destaca Elena por algo de su pasado que nos van a descubrir a lo largo de la trama. 

También nos vamos a encontrar con Rentero, un personaje que, aunque de alguna manera puede parecer interesante, no nos va a provocar mucha simpatía, que digamos. 

El ritmo del a investigación nos va a enganchar. Va a haber momentos en los que nos vamos a desesperar junto al a inspectora, ya que, como todas las investigaciones, no son lineales, tienen altos y bajos, pero no descansaremos hasta encontrar al culpable. 

Desde Mundo Gamuisno solo deseamos que Carmen Mola, sea quien sea, siga escribiendo, ya que nos hemos vuelto adictas a su pluma.